Por qué es tan común la alergia al polen

No hay nada más natural que las plantas. Los humanos hemos estado a su lado durante toda nuestra historia evolutiva. Entonces, ¿por qué aproximadamente el 20 por ciento de las personas son alérgicos al polen, como si este polvo de esperma vegetal fuera algún tipo de sustancia extraña tóxica?

La verdadera pregunta, según Susan Waserman, profesora de medicina en el departamento de inmunología clínica y alergia en la Universidad McMaster en Canadá, no es ¿Por qué soy alérgico al polen? la verdadera pregunta es ¿Por qué las alergias en general? Los humanos tenemos alergias normalmente de las cosas a las que estamos expuestos normalmente cuando somos niños. El polen es una de esas sustancias. En primavera, un metro cúbico de aire puede contener miles de granos de polen, por lo que lo inhalamos constantemente.

Pero también estamos normalmente expuestos a los alimentos, al pelo de nuestras mascotas y las alergias a todo esto son muy frecuentes.

En conclusión, no solo es el polen a lo que somos alérgicos. «Si tienes tendencia genética a desarrollar reacciones alérgias a sustancias inofensivas», «la gran cantidad de polen que inhalas y exhalas puede llevarte a que te sensibilices con esa sustancia.(Waserman).

En conclusión, si no hay nada particularmente terrible en el polen, a parte de que está por todos lados ¿por qué desarrollamos alergias? La explicación es la siguiente: Las Alergias surgen cuando el sistema inmunitario juzga por error una proteína inofensiva, interpretándola como una amenaza para nuestro organismo. Una vez que tu sistema inmunológico ha tenido ha tenido una impresión errónea sobre el pelo de un gato o el grano de polen, ya no hay forma de cambiar esa creencia: permanece con esa alergia, en la mayoría de los casos, durante el resto de su vida.

Nuestro sistema inmunológico elevará nuestras defensas cada vez que detecte la presencia de esa sustancia ofensiva o alérgeno. Nuestras células inmunitarias producen proteinas llamadas anticuerpos. Cada anticuerpo recoge una molécula de alérgeno y la lleva a los glóbulos blancos, que desencadenan la liberación de sustancias químicas como la histamina. Estos producen los síntomas alérgicos tan molestos que todos conocemos: estornudos, picazón, hinchazón, erupciones…

Pero…¿Por qué nuestro sistema inmunológico comete este error?

Hay evidencias de que las alergias aparecen cuando estás expuesto a un alérgeno al mismo tiempo que estás luchando contra un virus, como el resfriado común. «Es completamente factible que cuando el cuerpo está desarrollando una gran respuesta inmune a un virus, va a desencadenar una respuesta alérgica a algo a lo que está expuesto al mismo tiempo», dijo Waserman. «Pero definitivamente no lo sabemos».

La mayoría de los estudios sobre niños que se «coinfectan» con virus y alergias se han centrado en las alergias al pelo de las mascotas, pero la misma explicación podría servir también para la aparición de la alergia al polen y a ciertos alimentos.

Por otro lado, la exposición inadecuada a bacterias y virus durante la primera infancia también aumenta enormemente la probabilidad de que desarrolles alergias. Gracias a la higiene moderna – jabón antibacterial, agua limpia, leche pasteurizada y más – los niños no están expuestos a tantos microbios como antes. Como resultado, sus sistemas inmunes tienen menos oportunidades de aprender a discriminar entre patógenos peligrosos y sustancias inocuas como el polen. Se llama la «hipótesis de la higiene», pero según Waserman, es una teoría aceptada. «Las personas cuyos sistemas inmunológicos ya no están ocupados luchando contra las infecciones se desregulan y se vuelven alérgicas».

Aún existen preguntas sobre por qué la exposición a enfermedades infecciosas a veces desencadena, pero en otras ocasiones reprime el inicio de las alergias y cuál es el equilibrio perfecto entre la suciedad y la limpieza durante la niñez.

Mientras averiguamos todos esto, cuando la cantidad de polen aumenta en un precioso día de primavera, una quinta parte de nosotros estamos atrapados en el interior de nuestras casas. 

Fuente: www.livescience.com

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